lunes, 26 de junio de 2017

Duelo, un camino de amor por Anji Carmelo




Duelo, un camino de amor por Anji Carmelo


http://blogs.duelia.org/duelo-un-camino-de-amor/2012/09/18/la-diferencia-entre-dolor-y-sufrimiento/

http://blogs.duelia.org/duelo-un-camino-de-amor/









La diferencia entre dolor y sufrimiento

Podemos definir el dolor como un estado de total desequilibrio que nos hace daño y que es causado por un impacto fuerte, duro y desestabilizador a raíz de una agresión o pérdida. Afecta física, emocional y mentalmente, y perdura hasta que la persona se pueda restablecer.
El sufrimiento suele tener las mismas causas, pero puede indicar la potenciación emocional y/o mental del desasosiego y malestar. A veces puede llevar a una imposibilidad de reacción y la negación de encontrar remedio y solución.
Todos hemos experimentado que la pérdida de lo que más queremos, trastorna tanto que el resultado es un desbarajuste total. Todos los elementos que antes nos proporcionaban lo que necesitábamos para poder hacer frente a la vida y sus dificultades, de pronto dejan de estar, ya que posiblemente lo que más nos ayudaba a mantenernos seguros y protegidos era precisamente la persona que se ha ido. El daño causado por esta ausencia de lo imprescindible multiplica más allá de lo que podemos aguantar la dificultad de la situación extrema en la que nos encontramos.
El dolor resultante es lógico y nadie niega que va a ser extremadamente difícil de superar. Ese tiempo necesario para recomponer y restaurar es lo que llamamos duelo. Algunos ya hemos pasado por las distintas fases e intuimos lo que vamos a necesitar para conquistar una vez más el equilibrio necesario para superar y retomar nuestra vida que de pronto ya no tiene nada que ver con lo que era antes.
Uno de los desenlaces que ya conocemos muchos de los que estamos en los grupos de duelo, ha sido la transformación del dolor en la capacidad de ir más allá y potenciar el amor. Vivir este cambio nos ha hecho capaces de acompañar, apoyar y aliviar, gracias a haber podido sobrevivir lo peor que nos ha podido pasar y cosechar los recursos que ese esfuerzo suele proporcionar.
Esta transformación puede ser simbolizada por la mariposa, que también puede representar a nuestro ser querido que ya no está. La mariposa como vemos en mi libro De oruga a mariposa marca el final de todo proceso de duelo y nos devuelve el vuelo que nos une para siempre con ese ser querido que ya se encuentra por encima de todo dolor, todo sufrimiento. Cada proceso de dolor sincero acaba con el nacimiento de la mariposa.
El otro camino que nos puede atrapar y alejarnos de un desenlace liberador es el sufrimiento. El sufrimiento destaca todo lo peor de la situación que estamos viviendo. Es como si nos pusiéramos unas gafas que sólo nos permiten ver lo negativo y dañino. No quiero negar los efectos de lo que podría ser la pérdida mayor que jamás nos ha enfrentado pero si quiero destacar la capacidad que tenemos de sobreponernos una y otra vez para seguir con todo lo que en un principio compartíamos, sea una pareja, unos padres o incluso un recién nacido. La presencia larga o corta de ese ser que ya forma una parte importantísima nuestra nos ha proporcionado esa parcela de felicidad y maravilla que sólo nos pueden regalar aquellos que queremos a través de los lazos sutiles e irrompibles del amor. Y esos lazos jamás desaparecen. Incluso podríamos decir que están más fuertes que nunca ya que el amor no es materia y ese vínculo sutil es el más fuerte de todas las uniones capaz de sobrevivir cualquier ausencia, cualquier reto y convertirse en nuestra razón de ser para seguir adelante por encima de todo. Llega un momento en el que sabemos que la distancia no ha podido y no podrá y eso nos salva del sufrimiento y la tiranía de lo perecedero.
No quiero que os quedéis con la idea de que el sufrimiento es para siempre ya que aunque difícil de superar porque conlleva muchas veces la desaparición de la esperanza, somos capaces de poder con todo y en cualquier momento podemos cambiar.
La capacidad para el cambio es la herramienta más potente que tenemos, no sólo en las situaciones difíciles sino incluso en aquellas que parecen imposibles.
Desde la situación más dura cuando creemos no poder seguir adelante, tenemos que confiar en nosotros y en nuestro poder de transformación.
Nadie está exento de volver a renacer, por mucho que seamos presos de la desesperación y el sufrimiento. En cualquier momento podemos sorprendernos y cambiar lo que parecía imposible. Muchos hemos conquistado lo imposible y estamos ayudando a que otros también puedan.
Confiemos en nosotros, confiemos en el amor y confiemos en la Vida.








+ Dra. Anji Carmelo
@ anjicarmelo@wanadoo.es
Entrevista publicada en La Contra de la Vanguardia el 16/06/2003, y realizada por Víctor M. Amela.






Tengo 61 años, nací en Manila (Filipinas) y vivo en Barcelona. Me doctoré en Metafísica en la Universidad de Los Ángeles. Estoy soltera, sin hijos. Soy apolítica. Creo en Dios, en la bondad y en la voluntad de las personas. En mi grupo de duelo ayudo a quienes han perdido a un ser querido a transformar su dolor, a renacer a la vida


Anji Carmelo es una filipina de ascendencia española que vive aquí hace largos años. Ayuda a vivir mejor a enfermos de cáncer y a personas en duelo tras la muerte de un ser amado (= 93 589 54 39). Ella sonríe, escucha, es receptiva a los males del alma... En el libro “Déjame llorar” (editorial Tarannà) argumenta lo muy benéfico que resulta un periodo de duelo bien vivido, y enumera las trabas que pueden interferir el proceso de recuperación de una vida de nuevo gozosa: “Es frecuente culparnos por lo que hicimos... o por lo que no hicimos; o instalarnos en el confortable papel de víctima...”, apunta. En sus grupos de duelo, todos los participantes expresan todo lo que les tortura, y su rabia, y su queja.., “y nadie les juzga por ello”. Y, poco a poco, ese dolor abre puertas a una luz nueva
-¿Qué es el duelo? 


–Es ese periodo de tiempo durante el que procesas el dolor que te ha infligido la muerte de un ser muy querido. 

–Un dolor emocional... 

–¡Y también físico! Puedes sentir abatimiento, punzadas en el ombligo y hasta sentir síndrome de abstinencia de cada ruido, olor, forma, tacto del ser que se ha ido...

–¿Abstinencia? ¿Igual que de una droga? 


–Sí. Tus ojos echan de menos el ver al otro en el sofá, tus oídos echan de menos el escuchar su voz o aquellos ruidos que hacía por la casa... ¡La necesidad física es tan grande que, a veces, hace que tú veas u oigas todo eso! 

–¿Qué puede hacerse en esa situación? 

–Que alguien te explique que existe esa angustia física (que se suma a la angustia emocional y mental). No saberlo puede dificultar el proceso de duelo hacia la recuperación...

–¿Y cómo es ese proceso de duelo? 


–Tiene cuatro fases. La primera es la del shock: lo sientes todo como amortiguado, distante, lejano... ¡Como si actuase un barbitúrico natural para algodonar tu dolor! 

–¿Y qué pasa después, en la segunda fase? 

–No escuchas. Necesitas hablar y que te escuchen. Necesitas expresar tu dolor con palabras, lamentos, gemidos, llantos... En cada sesión de mi grupo de duelo doy un rato a cada participante para expresarse... 

–¿Grupo de duelo? ¿Qué es eso? 

–Una reunión periódica de personas que sufren porque han perdido a alguien. Ese contacto les alivia y les ayuda a avanzar bien en su duelo, y les ayudo a llegar al renacimiento.

–¿Qué renacimiento? ¿Quién renace? 


–Esa persona hundida en su sufrimiento. “Renacimiento” es como yo llamo precisamente a la cuarta y última fase del duelo... 

–Pero nos hemos saltado la tercera fase... 

–Sí, es cuando empiezas ya a escuchar: es una fase en la que entras y sales del dolor, alternativamente, y eres consciente de ello. Ahí puedes escuchar, y aprender de tu dolor. 

–Pero el dolor... ¿qué puede enseñarme? 

–¡No aceptar el dolor es sufrir! Si lo aceptas, te fortalece. Descubre áreas ignotas en ti. 

–Y... ¿cómo se salta al “renacimiento”? 

–Si has expresado todo lo que hay que expresar, y si ya admites a ese nuevo ser que en ti ha nacido del dolor, ¡es cuando renaces!

–¿A qué nuevo ser se refiere? 


–Tras la experiencia de dolor, tú ya no eres el que eras antes. Jamás volverás a ser el que fuiste: eres otro. ¡Un ser nuevo! Si lo admites y admites que tu vida puede mejorar (aunque no esté esa persona querida), ¡renaces! 

–Suena fácil, sí, pero si a alguien se le muere un hijo, esto debe de ser muy difícil...

–¿Difícil? ¡Es heroico! ¡Con ese dolor, abrir los ojos cada mañana es una heroicidad! Esos padres no saben verlo en ese momento, pero son verdaderos héroes. Al final, sentirán a su hijo dentro de ellos, más cerca que nunca, y vivirán una vida nueva con él. 

–¿Cuánto tiempo tiene que transcurrir? 

–Cada persona necesita su tiempo. Un año, dos... ¡Pero que nadie se sienta culpable si llega antes! El tiempo de duelo no es el barómetro del amor que sentías por alguien.

–¿Qué técnicas pueden ayudar a “renacer” a quien sufre tras la muerte de un ser amado? 


–En verdad, se trata de sentir cariño por uno mismo. Y el grupo de duelo ayuda a eso. 

–¿Una pérdida afecta a la autoestima? 

–Verá: muchas personas no sienten en verdad cariño por sí mismas. Basan su autoestima en el cariño de otros, del otro. Y si ese otro desaparece, ¡ay! ¡Adiós autoestima! 

–¿Y cómo ayuda usted a recomponerla? 

–Les digo: “Vamos, ahora que cada uno elogie tres cualidades de cada uno de los demás”. Y se emocionan... Es muy bonito. 

–No solemos oír cosas bonitas de nosotros. 

–No. Y digo yo: ¿qué nos costaría hacer eso mismo cada día con todo el mundo? 

–Ya, es que somos un poco cabroncetes... 

–Inténtelo, ¡y verá qué poder tiene eso para transformarlo todo! ¡Es muy contagioso! 

–Hábleme de alguna persona cuya actitud durante el duelo le pareciese ejemplar. 

–A una mujer le mataron a su hija en Sudamérica. La chica, cooperante, daba dinero cada día a unos y, un día que no tenía, la asesinaron brutalmente. En el funeral, aquí, ¡la madre pidió que rezáramos por los asesinos! 

–Rezar por los asesinos de su propia hija... 

–Sí: ¡esa mujer ve el mundo con amor! ¡Esa mujer confía en la vida, sin odio, sin juzgar, entiende al ser humano en su totalidad! 

–Confiar en la vida... ¿En qué consiste eso? 

–Te pase lo que te pase, no te preguntes ¿por qué?, sino ¿para qué? ¡Esa actitud es confiar en la vida! Es estar convencido de que todo es para bien, de que no hay mal... 

–¿... que por bien no venga? 

–¡Eso! El día que lo entendí, todo cambió: entendí de veras el “hágase tu voluntad”... 

–Pero usted, ¿cómo soporta tanto dolor a su alrededor cada día... sin deprimirse? 

–¡Yo no creo en la tragedia! No veo tragedia en la enfermedad, en la muerte: las acepto. Por eso puedo ayudar. Y sé que la persona que sufre saldrá fortalecida de su dolor... 

–¿Cómo puedo prepararme para la muerte –espero que lejana– de mis seres amados? 

–¿Los amas? ¿Les dices que los amas? Hazlo, díselo ¡hoy! ¿Tienes asuntos pendientes con ellos? Resuélvelos ¡ahora! ¿Por qué lo dejas para mañana? A los seres amados, ¡vívelos! Tu presente con ellos, ¡vívelo bien! 

–¿Y si soy yo el que muere... esta noche? 

–Es bueno planteártelo... Respóndete: ¿qué no quisieras dejar pendiente? ¡Acomételo! Ah, y vive. ¡Uno muere igual que vive! Si gozas de tu vida, de tu presente, gozarás de tu muerte. ¡Vívete! Una vida bien empleada proporciona una muerte feliz. Ah, y si tienes claro cómo quieres morir, así sucederá.

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