lunes, 25 de septiembre de 2017

Nuestra Señora de la Merced, Patrona de Barcelona y de República Dominicana



Nuestra Señora de la Merced
Nuestra Señora de la Merced

Advocación Mariana, 24 de septiembre


Por: Jesús Martí Ballester | 



Patrona de Barcelona
y de República Dominicana

En castellano se le ha llamado en plural, Virgen de las Mercedes, que no corresponde con el sentido originario de la advocación.

El significado del título "Merced" es ante todo "misericordia". La Virgen es misericordiosa y también lo deben ser sus hijos. Esto significa que recurrimos a ella ante todo con el deseo de asemejarnos a Jesús misericordioso.

MARÍA Y PEDRO NOLASCO

Eran tiempos en que los musulmanes saqueaban las costas y llevaban a los cristianos como esclavos a África. La horrenda condición de estas víctimas era indescriptible. Muchos perdían la fe pensando que Dios les había abandonado. Pedro Nolasco era comerciante. Decidió dedicar su fortuna a la liberación del mayor número posible de esclavos. Recordaba la frase del evangelio: "No almacenéis vuestra fortuna en esta tierra donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el moho la corroe. Almacenad en el cielo, donde no hay ladrones que roben, ni polilla que devore ni óxido que las dañe" (Mt 6,20).

Año 1203. El laico, Pedro Nolasco inicia en Valencia la redención de cautivos, redimiendo con su propio patrimonio a 300 cautivos. Forma un grupo dispuesto a poner en común sus bienes y organiza expediciones para negociar redenciones. Su condición de comerciantes les facilita la obra. Comerciaban para rescatar esclavos. Cuando se les acabó el dinero forman cofradías-para recaudar la "limosna para los cautivos". Pero llega un momento en que la ayuda se agota y Pedro Nolasco se plantea entrar en alguna orden religiosa o retirarse al desierto. Entra en una etapa de reflexión y oración profunda.

LE RESPONDE LA VIRGEN

Nolasco pide a Dios ayuda y, como signo de la misericordia divina, le responde la Virgen que funde una congregación liberadora. La noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen se les apareció a Pedro Nolasco, a Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y les comunicó a cada uno su deseo de fundar una congregación para redimir cautivos. La Virgen María movió el corazón de Pedro Nolasco para formalizar el trabajo que el y sus compañeros estaban ya haciendo. La Virgen llama a Pedro Nolasco y le revela su deseo de ser liberadora a través de una orden dedicada a la liberación de los cautivos de los musulmanes, expuestos a perder la fe. Nolasco le dice a María:

-¿Quién eres tú, que a mí, un indigno siervo, pides que realice obra tan difícil, de tan gran caridad, que es grata Dios y meritoria para mi?:

-“Yo soy María, la que le dio la carne al Hijo de Dios, tomándola de mi sangre purísima, para reconciliación del género humano. Soy la que recibió la profecía de Simeón, cuando ofrecí a mi Hijo en el templo:”Mira que éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel; ha sido puesto como signo de contradicción: y a ti misma una espada vendrá a atravesarte por el alma”:

-¡Oh Virgen María, madre de gracia, madre de misericordia! ¿Quién podrá creer que tú me mandas?:

-“No dudes en nada, porque es voluntad de Dios que se funde esta congregaciónn en honor mío; será una familia cuyos hermanos, a imitación de mi hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel y serán signo de contradicción para muchos."

LA INSTITUCION NUEVA

Pedro Nolasco, funda la congregación, apoyado por el Rey Jaime I de Aragón, el Conquistador y aconsejado por San Raimundo de Peñafort. Su espiritualidad se fundamenta en Jesús, el liberador de la humanidad y en la Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona libre. Los mercedarios querían ser caballeros de la Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honran como Madre de la Merced o Virgen Redentora. En el capítulo general de 1272, los frailes toman el nombre de La Orden de Santa María de la Merced, de la redención de los cautivos, mercedarios. El Padre Antonio Quexal, siendo general de la Merced en 1406, dice: "María es fundamento y cabeza de nuestra orden".

EN LA CATEDRAL DE BARCELONA

El 10 de agosto de 1218 en el altar mayor de la Catedral de Barcelona, en presencia del rey Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou, se crea la nueva institución. Pedro y sus compañeros vistieron el hábito y recibieron el escudo con las cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo de la corona de Aragón y la cruz blanca sobre fondo rojo, titular de la catedral de Barcelona. Pedro Nolasco reconoció siempre a María Santísima como la auténtica fundadora de la congregación mercedaria.

LA VIRGEN DE LA MERCED, LA FUNDADORA

El título mariano de la Merced tiene su origen en Barcelona, España, cuando muchos eran cautivos de los moros y en su desesperación y abandono estaban en peligro de perder la fe . La Virgen de La Merced, manifiesta su misericordia por para atenderlos y liberarlos. La talla de la imagen de la Merced venerada en la basílica de la Merced de Barcelona es del siglo XIV, de estilo sedente, como las románicas. He subido piadosamente a su camarín y he comprobado su aspecto imponente por su talla extraordinaria e impresionante. El año 1696, el papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia el 24 de septiembre.

ACTUALIDAD DEL CARISMA

El carisma mercedario de liberar a los cautivos sigue siendo tan necesario como siempre. María ofreció todo su ser para que viva el Hijo de Dios encarnado. En el cántico del Magníficat (Lc 1, 46), María expresa la liberación de Dios. El Papa Juan Pablo II dijo que "María es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad". La Virgen continúa velando por sus hijos cautivos de Satanás (LG 62) y nos pide nuestra cooperación. Nosotros debemos dar nuestra vida para que su Hijo viva en nosotros y así pueda liberar a nuestros hermanos. Ella nos enseñará como hacerlo.

DIOS PADRE DE MISERICORDIA, MARÍA MADRE DE MISERICORDIA.

Dios es Padre de Misericordia, María es Madre de Misericordia. Ella refleja la misericordia de Dios, sufriéndolo todo por sus hijos. Los cristianos debemos también reflejar la misericordia de Dios sufriéndolo todo por amor. "Mirad la hondura o cavidad del lago de donde habéis sido tomados, las entrañas de la Madre de Dios" - Las obras de misericordia que la Virgen pidió incluyen la visita, el acompañamiento y la ayuda a los que salen de la cárcel.

UNA CONGREEGACION LAICAL

Así fue en los primeros tiempos. Su primera ubicación fue el hospital de Santa Eulalia, junto al palacio real. en Barcelona. Allí recogían a indigentes y a cautivos que regresaban de tierras de moros y no tenían donde ir. Seguían la labor que ya antes hacían de crear conciencia sobre los cautivos y recaudar dinero para liberarlos. Salían cada año en expediciones redentoras. San Pedro continuó sus viajes personalmente en busca de esclavos cristianos. En Argelia, África, lo hicieron prisionero pero logró conseguir su libertad. Aprovechando sus dones de comerciante, organizó con éxito por muchas ciudades colectas para los esclavos.

CUARTO VOTO

Además de los tres votos de la vida religiosa, pobreza, castidad y obediencia, hacían un cuarto voto: dedicar su vida a liberar esclavos. Se comprometían a quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro de perder la fe, cuando el dinero no alcanzara a pagar su redención. Así lo hizo San Pedro Ermengol, un noble que entró en la orden tras una juventud disoluta. Este cuarto voto distinguió a la nueva comunidad de mercedarios. El Papa Gregorio IX aprobó la comunidad y San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General. El rey Jaime decía que la conquista de Valencia, se debía a las oraciones de Pedro Nolasco. Cada triunfo que obtenía lo atribuía a sus oraciones.

DESCANSA YA, SIERVO BUENO Y FIEL

Pedro Nolasco, a los 77 años, pronunció el Salmo 76: "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados". y se durmió en el regazo de la Virgen. Su intercesión logró muchos milagros y fue canonizado en 1628.

En el año 1696, el papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia, y fijó su fecha el 24 de septiembre.



Raimundo de Peñafort, Santo

Memoria Litúrgica, 7 de enero


Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net 



Presbítero Dominico

Martirologio RomanoSan Raimundo de Peñafort, presbítero de la Orden de Predicadores, eximio maestro en derecho canónico, que escribió de modo muy acertado sobre el sacramento de la penitencia. Elegido maestro general de la Orden, preparó la redacción de las nuevas Constituciones y, llegado a edad muy avanzada, se durmió en el Señor en la ciudad de Barcelona, en España. ( 1275)
Patronazgo: Abogados, especialistas en derecho canónico y de las ciudades de Barcelona y Navarra en España.
Etimológicamente: Raimundo = Aquel que es protector o buen consejero, es de origen germánico.
Fecha de canoización: 29 de abril de 1601 por el Papa Clemente VIII.
Breve Biografía

Cuando Gregorio IX, de quien había sido un precioso colaborador, le comunicó su intención de nombrarlo arzobispo de Tarragona, la consternación de Raimundo de Peñafort fue tal que se enfermó. El humilde y docto sacerdote, que había nacido entre el 1175 y el 1180, había siempre rehusado honores y prestigio, pero no lo había logrado. Rechazando una vida cómoda y alegre (era hijo del noble castellano de Peñafort), se había dedicado desde muy joven a los estudios filosóficos y jurídicos; a los veinte años enseñaba filosofía en Barcelona, y a los treinta años, recién graduado, enseñaba jurisprudencia en Bolonia. El sueldo que obtenía por ello lo gastaba todo en socorrer a los necesitados.
Regresó a Barcelona por invitación de su obispo, quien lo nombró canónigo. Pero cuando los dominicos llegaron a esa ciudad, le invitaron a ingresar en sus filas y Raimundo, abandonándolo todo, entró a la Orden. Dieciséis años después, en 1238, fue nombrado Superior General, cargo que no pudo rehusar. Durante dos años visitó a pie los conventos de la Orden, después reunió el Capítulo general en Bolonia y presentó su renuncia. Así, a los setenta años de edad pudo regresar a la enseñanza y a la pastoral.
Nombrado confesor del rey Santiago de Aragón, no dudó en reprocharle su conducta escandalosa durante la expedición a la isla de Mallorca. Una leyenda cuenta que el rey había prohibido que las embarcaciones se dirigieran hacia España, y entonces, Raimundo, para manifestar su desacuerdo con el soberano, extendió su manta sobre el agua y sobre él navegó hasta Barcelona.
Una de sus obras apostólicas dignas de recordar son las misiones para la conversión de los hebreos y los mahometanos que vivían en España. Según la tradición, se le atribuye el mérito de haber invitado a Santo Tomás de Aquino a escribir la Summa contra Gentiles, para que sus predicadores tuvieran un texto seguro de apologética para las controversias con los herejes e infieles. Él mismo redactó importantes obras de teología moral y de derecho, entre ellas la Summa casuum para la administración correcta y eficaz del sacramento de la penitencia.
Navegando sobre un escapulario de lana
Tomado de: Revista Heraldos del Evangelio,Enero/2005,
San Raimundo es uno de los más esplendorosos ejemplos de las palabras de Cristo: "El que cree en mí, hará también las obras que yo hago, e incluso otras mayores" (Jn 14 12).
El rey Jaime de Aragón era señor de la isla de Mallorca, ubicada en el Mediterráneo a 360 kilómetros de Barcelona. En uno de sus viajes allá invitó a Fray Raimundo, que en ese tiempo ejercía funciones de capellán de la corte. Durante el trayecto, el monarca cuya moralidad dejaba mucho que desear- intentó forzar la conciencia del santo, exigiéndole hacer vistas gordas a su mal proceder.
El hombre de Dios resistió con vigor, llegando al punto de pedir permiso para abandonar la nave en alta mar y volver a Barcelona. El rey negó su autorización a tamaña "locura", la que para el santo parecía cosa sencilla, dado que Jesús vino a sus discípulos "caminando sobre el mar" (Mt 14 25). Confiado en Dios, le dijo al monarca:
-Un rey de la tierra me cierra el paso, pero el Rey del Cielo ha de abrirme un camino mejor. O dicho de otro modo, ¡él mismo es mi camino!
Pero el rey amenazó al santo con la pena de muerte si trataba de huir; y al desembarcar en la isla, Fray Raimundo advirtió que una escolta armada se encargaba de custodiarlo para impedir su fuga.
Después de conquistar la confianza de los guardias con su acogedora bondad, les manifestó el deseo de rezar caminando por la playa. Consintieron. Al fin y al cabo, pensaban, ¿qué podría hacer aquel buen fraile desarmado para evadir la vigilancia? Tal razonamiento, muy válido para otros hombres, se mostró ilusorio contra el indomable santo.
Bajo la estupefacta mirada de los soldados, extendió su escapulario de lana sobre las aguas del mar, para luego "embarcarse" sobre él. A continuación se abrigó con una parte de su manto, e izó la otra punta con su bastón a la manera de una vela. El resto… sólo fue cosa de invocar el santo nombre de María, Señora de los vientos, de la que era un fiel devoto. Un soplo suave pero veloz impulsó el velero de Dios, y en menos de seis horas llegaba al puerto de Barcelona, venciendo milagrosamente los 360 km de distancia.
Era muy de madrugada cuando llegó a su convento. La gran puerta se abrió por sí sola, como brazos de madre recibiendo a un hijo largamente esperado. Se dirigió a su celda conventual, donde hasta las paredes parecían exultar de alegría. Al amanecer, con la modestia característica de los santos, fue a recibir la bendición del Superior y comunicarle que su misión en la corte real estaba cumplida. Sólo mucho tiempo después los hermanos tuvieron conocimiento del portentoso milagro, y por otros conductos.
¿Cómo reaccionó el rey? Cayendo en sí ante tal manifestación de un poder incomparablemente mayor que el suyo, se hizo un fiel seguidor de las advertencias de Fray Raimundo, tanto en lo concerniente a la dirección de su conciencia como al gobierno del reino.
Murió casi a los cien años, el 6 de enero de 1275 y fue canonizado en 1601.
ORACIÓN:
Amorosísimo Padre mío San Raymundo,
vos sabéis la necesidad que padece mi alma
y el consuelo que necesito,
aplicad vuestra intercesión delante de Dios,
para que por vuestros méritos,
alcance la gracia que pretendo,
si ha de ser para mayor gloria de Dios
para más servirle y amarle.
Amén.

San Raimundo cruzando el Mediterráneo - Obra de Tomás Delabella
Convento Doninico de Cracovia (Polonia)



Los reinos cristianos

Jaime I el Conquistador
(1208-1276)

por José Hinojosa Montalvo

Universidad de Alicante
Académico d. de la Real Academia de la Historia

Jaime I el Conquistador

Jaime I (Montpellier, 1208- Valencia, 1276/1213-1276). Llamado el Conquistador. Rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia, conde de Barcelona y de Urgel y señor de Montpellier. Hijo de Pedro II de Aragón y de María de Montpellier, fue engendrado de forma casual, según la leyenda, debido a las malas relaciones de sus progenitores. Como Pedro II no quería ver a la reina, un caballero, con engaños, haciéndole creer que en el lecho estaba otra dama a la que cortejaba el monarca, logró llevarlo al palacio de Mirabais, introducirlo en la cama y conseguir que la reina quedara encinta. En este palacio de Montpellier nació el 2 de febrero de 1208 el primogénito. La reina ordenó encender doce cirios con los nombres de los apóstoles, manifestando que el que durara más daría el nombre de su hijo, lo que sucedió con Santiago Apóstol, san Jaime.

Casó Jaime I el 6 de enero de 1221 en Ágreda con doña Leonor, hija de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor de Inglaterra a los catorce años. El matrimonio fue anulado por la Iglesia por razones de parentesco cuando el rey cumplió 22 años y tenía ya un hijo (don Alfonso, muerto en 1260), a petición de don Jaime.

El segundo matrimonio de don Jaime se celebró en Barcelona el 8 de septiembre de 1235, contando veintiséis años, y siendo la elegida doña Violante, hija de Andrés II de Hungría, y mujer de carácter fuerte, cuyo objetivo fue hacer reyes a sus hijos Pedro y Jaime, mediante la persecución a Alfonso y la intervención en la política real. Tuvieron cuatro hijos y cinco hijas: Pedro III, el sucesor al trono; Jaime, que reinaría en Mallorca; Fernando, murió en vida del padre; y Sancho, arcediano de Belchite, abad de Valladolid y arzobispo de Toledo, falleciendo en 1275 prisionero de los moros granadinos. Las hijas fueron: Violante, que casó con Alfonso X de Castilla; Constanza, casada con el infante castellano don Manuel, hijo de Fernando III; María, que entró en religión; Sancha, que murió como peregrina en Tierra Santa; María, que fue religiosa, e Isabel, casada en 1262 con Felipe III de Francia. La reina Violante de Hungría murió en Huesca, el 12 de octubre de 1251.

Tradicionalmente se ha considerado que fue el deseo de Violante de conseguir buenas herencias para sus hijos el motivo que llevó a convencer a Jaime I de la partición de sus reinos, pero a esta explicación simplista se añade también su concepción patrimonial, que convirtió la Corona de Aragón en una serie de piezas que manejó a su antojo, y así, hizo un primer reparto (1241), según el cual el primogénito Alfonso heredaría Aragón y Cataluña, la herencia peninsular de su padre, y Pedro, habido con Violante, Valencia, las islas Baleares, el Rosellón y la Cerdaña. Ero en 1243 en un nuevo testamento legó a Alfonso Aragón; a Pedro, Cataluña y Valencia, y las Baleares, a Jaime. De nuevo testó en 1248, incluyendo en el reparto al nuevo hijo, Fernando. Muerto Alfonso (1260), otorgó nuevo testamento y legó (1262) a Pedro Aragón, Cataluña y Valencia; a Jaime, las Baleares, Rosellón, Cerdaña y Conflent.

Tras la muerte de Violante el rey se lanzó a una carrera de amoríos, ya que, como anotaron sus cronistas, era «hom de fembres», debiendo citarse a Aurembiaix de Urgel; o Teresa Gil de Vidaure, a la que se prometió en matrimonio, pero el rey la abandonó cuando enfermó de lepra, con la intención de casarse de nuevo. Doña Teresa recurrió a Roma y el papa no anuló dicho matrimonio, lo que movió la ira de Jaime I contra su confesor el obispo de Gerona, acusándolo de revelar el secreto de confesión de su matrimonio, y le mandó cortar la lengua, según los cronistas. De este matrimonio nació Jaime, señor de Jérica, y Pedro, señor de Eyerbe. De sus relaciones amorosas con Guillema de Cabrera nació Fernán Sánchez, al que entregó la baronía de Castro. Con Berenguela Fernández tuvo a Pedro Fernández, señor de la baronía de Híjar, mientras que con Berenguela Alfonso, hija del infante Alfonso de Molina, no tuvo descendencia. Estos bastardos reales, pues, fueron el origen de algunas de las más importantes casas nobiliarias de Aragón y Valencia.

Jaime I fue un rey de gran carácter y una fuerte personalidad, como se ve en su propia Crónica y en las descripciones que nos han dejado otros autores, en particular Desclot. El rey aparece como un personaje de considerable estatura, de cabello rubio y, como cuenta Desclot, de presencia caballeresca, blanco de cutis y de pelo rubio, hermosos dientes y finas y largas manos. Entre sus cualidades morales sobresalen dos: su generosidad y su fidelidad a la palabra empeñada. Religiosidad y belicosidad se entremezclan en su personalidad, fruto de su crianza y educación entre los templarios, de forma que considera su espíritu cristiano al servicio armado de la cristiandad, plasmado en la lucha contra el Islam. En su vida y sus empresas vemos también la fe, el providencialismo y la devoción mariana, como testimonian las numerosas mezquitas transformadas en templos cristianos y consagradas a María. Su valentía y orgullo también forman parte de su personalidad, visible en el episodio de sacarse él personalmente la saeta que le atravesó el hueso del cráneo; el orgullo de su familia, conservado hasta su vejez; su sensibilidad, visible en el episodio de la golondrina que anidó en su tienda, las lágrimas derramadas al conquistar Valencia y tantos episodios, que no son incompatibles con la crueldad, como cortarle la lengua al obispo de Gerona. Fue un gran creyente y un gran pecador, además de mujeriego, ya que sus últimos añores corresponden a las vísperas de su muerte. Monarca longevo, falleció a los 71 años, tras sesenta y tres de reinado, que coincide con la época del apogeo medieval.

La infancia de Jaime I fue muy difícil porque su padre abandonó a la reina María y también al propio Jaime, envuelto en la vorágine de las guerras en el Midi francés, donde Pedro II halló la muerte en la batalla de Muret (1213), quedando el infante en manos de su enemigo Simón de Montfort, a cuya hija había sido prometido. Ese año falleció la reina María en Roma. Fueron años difíciles, pues ya de niño Jaime sufrió un atentado en la cuna. Su reinado se inició con una minoría bajo la protección especial del Papa Inocencio III, que hizo que en 1214 Simón de Montfort devolviera al rey-niño y la permanencia desde 1215 en Monzón, confiado a la orden del Temple, según las disposiciones de la reina María: un consejo de regencia integrado por aragoneses y catalanes, presidido por el conde Sancho Raimúndez, hijo de Ramón Berenguer IV y tío abuelo de Jaime, gestionaba los asuntos públicos en estos primeros años.

Una de las primeras dificultades que tuvo que afrontar el rey-niño, fue la amenaza del nuevo Papa Honorio III, sucesor de Inocencio, defensor de Simón de Monfort, de replicar a los intentos de los aragoneses de vengar la muerte del rey Pedro; situación aprovechada por el abad de Montearagón Fernando, tío del rey, para oponerse al regente don Sancho y obligar a la reunión de la curia real en Monzón en 1218, concluyendo la regencia del conde por la presión del bando contrario en el que figuraban los nobles aragoneses Jimeno Cornel, Pedro de Ahones y Blasco de Maza, que luego participaron activamente en los enfrentamientos de la nobleza y la monarquía. En 1219 inició su andadura un nuevo consejo encabezado por el arzobispo de Tarragona, periodo que se puede considerar finalizado con la boda de Jaime con Leonor de Castilla, hija de Alfonso VIII, cuando apenas tenía 13 años, en 1221. Ese año se celebraron Cortes en Daroca, a las que asistieron para prestar homenaje al rey el conde de Urgell y el vizconde de Cabrera. La pugna nobleza-monarquía se recrudeció durante los primeros años del monarca, alternando las estériles luchas nobiliarias, la bancarrota financiera heredada de su padre, los problemas derivados de la sucesión en el condado de Urgell y el enfrentamiento con los Montcada y los Cabrera, y la rebelión de los ricos-hombres aragoneses tras la muerte de Pedro de Ahones en 1226.

La habilidad de Jaime I le permitió crear márgenes de actuación relativamente holgados, utilizando para ello la empresa reconquistadora contra el Islam. Se trataba de un proceso mucho más amplio, inscrito en el marco global de la política de los reinos cristianos peninsulares. En efecto, a partir de 1212 y a raíz de la batalla de las Navas de Tolosa se produjo el hundimiento y la fragmentación del poder almohade en al-Andalus, que propició en las décadas siguientes el avance de las fronteras de los reinos cristianos hacia el sur, y así, mientras Portugal llegaba al Algarbe en 1249, Fernando III de Castilla conquistaba Sevilla (1248) y Jaime I el castillo y villa de Biar (1245), dando por finalizada la conquista de las tierras valencianas. Al por qué de estas campañas, la historiografía ha dado muy variadas explicaciones, y si el hispanista francés Pierre Guichard la ve como el resultado de la superioridad militar de los cristianos, en el marco del choque entre una sociedad cristiana feudalizada y una sociedad islámica tributaria, incapaz de generar un poder político y militar fuerte, capaz de resistir una ofensiva exterior, otros autores insisten en la importancia que la guerra, la conquista de nuevas tierras, tiene para la clase feudal dominante, los nobles, como medio de incrementar su patrimonio y rentas, lo que en este caso se haría a costa de los andalusíes, fragmentados políticamente y débiles militarmente, en tanto que para R. I. Burns lo fundamental sería el espíritu de cruzada que impregnaría a los cristianos, tesis hoy poco compartida. No olvidemos que desde 1228 el rey propiciaba un programa para reafirmar su poder, para recuperar el prestigio y la autoridad de la Corona, que su padre había arruinado, y para ello propuso una empresa militar colectiva que beneficiara a todos, con el rey como motor y como cabeza suprema de este proyecto.

En las Cortes de Tortosa de 1225 se proclamó la necesidad de emprender la reconquista contra el Islam, que se inició con el fracaso del sitio sobre Peñíscola, al no contar con la colaboración de los caballeros aragoneses. Pero no por ello cejó en su empeño de ir contra Valencia y en 1226 planeó una nueva expedición, partiendo de Teruel, que no llegó a realizarse por el fracaso de la convocatoria, aunque el rey de Aragón obtuvo de Zayd Abu Zayd el pago de un quinto de sus rentas de Valencia y Murcia a cambio de la paz. El viejo sistema de las parias seguía teniendo plena vigencia. La violación de la paz por su vasallo Pedro de Ahones se saldó con su muerte y una guerra civil en Aragón. La fidelidad y ayuda del noble Blasco de Alagón fue compensada por Jaime I en 1226 con la concesión de todos los lugares y castillos que pudiera conquistar en territorio musulmán valenciano, hecho que años después tendría importantes consecuencias. En 1227, la intervención papal a través del arzobispo de Tortosa permitió firmar la concordia de Alcalá, que procuraba una paz entre el rey y sus aliados, por un lado, y las facciones de los barones por otro, lo que dejó la puerta abierta a las grandes empresas conquistadores de Jaime I. En el condado de Urgel el rey de Aragón restableció en su condado a Aurembiaix de Urgel, bastando una campaña para apoderarse de sus territorios, que ella traspasó a Jaime I. Este, a su vez, se los devolvió en feudo.

Por entonces se produjo la descomposición política del Sharq al-Andalus y en 1228 Ibn Hud se proclamó emir de los musulmanes en Murcia, siendo reconocido por los arraeces de Alzira, Xàtiva y Denia, territorios que perdió Zayd Abu Zayd, cuyo dominio llegaba hasta el Júcar. La sublevación de Zayyan de Onda llevó a la guerra civil entre ambos, ocupando Zayyan Valencia y refugiándose Zayd en Segorbe y pidiendo la ayuda de Pedro Fernández de Azagra, a cambio de la cual entregó Bejís (1229) y quizá la cuenca del alto Turia. Zayt busca la ayuda de Jaime I y el 20 de abril de 1229 firmó en Calatayud un acuerdo por el que se declaró vasallo del rey de Aragón, le ofreció la cuarta parte de las rentas del territorio perdido y la donación de Peñíscola, Morella, Alpuente, Culla y Segorbe, a cambio de ayuda militar y la entrega de los castillos de Ademuz y Castielfabib.

Jaime I fue el primer gran protagonista de la expansión mediterránea de la Corona de Aragón, comenzando por la conquista de Mallorca, que Jaime promocionaría como una obra colectiva, que a todos beneficiaría. Ante las agresiones de los piratas mallorquines musulmanes a los mercaderes de Barcelona, Tarragona y Tortosa éstos pidieron ayuda al monarca, al que en la reunión de Barcelona (diciembre de 1128) ofrecieron sus naves, mientras que los barones catalanes acordaron participar en la empresa a cambio del botín y tierras. En otra reunión en Lérida los barones aragoneses aceptaron las mismas condiciones, pero sugirieron al rey que la empresa se dirigiera contra los musulmanes de Valencia. La conquista de Mallorca, aunque participó un grupo de caballeros aragoneses en virtud de sus obligaciones con el soberano, fue una empresa catalana, y catalanes serían la mayoría de sus repobladores.

Las Cortes catalanas de 1228 reunidas en Barcelona concedieron al rey el subsidio correspondiente a la recaudación del impuesto del bovaje. La expedición estaba integrada por 150 naves y salió desde Salou, Cambrils y Tarragona el 5 de septiembre de 1229. Tras un largo asedio de tres meses, la ciudad de Palma se rindió el último día del año, y con ella el resto de la isla, que apenas ofreció resistencia. El rey volvió en 1231 a la isla, cuando moros no sometidos se ofrecieron al rey, sometiendo Menoría a la condición de tributaria. La isla de Ibiza fue conquistada en 1235 por el arzobispo de Tarragona, Guillem de Montgrí, y su hermano Bernat de Santa Eugènia.

Mallorca se constituyó como un territorio más de la Corona bajo el nombre de «regnum Maioricarum et insulae adyacentes», obtuvo una carta de franquicia en 1230 y la institución en 1249 del municipio de Mallorca contribuyó a la institucionalización del reino. La conquista supuso acabar con la piratería islámica en las Baleares, que se constituían en puente para el comercio entre Cataluña y el norte de África. Los participantes recibieron donaciones en la isla, en particular la nobleza, lo que fortaleció su poder político y social.

La conquista de Valencia, auténtica obsesión para Jaime I, cuyas energías absorbió durante quince años, se preparó minuciosamente dada su trascendencia, una vez ocupada Mallorca y alejado el peligro musulmán del Mediterráneo. A pesar de los iniciales fracasos y del interés de los caballeros de frontera por beneficiarse para sí de estas conquistas, Jaime I no se inhibió de la empresa cuando Blasco de Alagón se apoderó de Morella en 1232 y fue un peligro para el fortalecimiento de la nobleza. En 1233 en Alcañiz se planificó la campaña, desarrollada en tres etapas: la primera dirigida a las tierras de Castellón, con la toma de Burriana en 1233 y otros enclaves, como Peñíscola; la segunda abarca la zona central con la conquista de Valencia (1238) y las tierras llanas hasta el Júcar, para lo cual las Cortes generales de Monzón de 1236 concedieron la ayuda necesaria y el Papa Gregorio IX dio a la empresa el carácter de cruzada. El Puig se tomó en agosto de 1237, fracasando una escuadra enviada por el rey de Túnez en auxilio de Valencia, firmándose unas capitulaciones el 28 de septiembre y entrando el rey en la ciudad el 9 de octubre; la tercera fase abarca desde 1243 a 1245 llegándose a los límites estipulados para la conquista entre Aragón y Castilla en el tratado de Almizrra en 1244, firmado entre Jaime I y el infante Alfonso para delimitar las áreas de reconquista de las Coronas de Castilla y Aragón. Las tierras al sur de la línea Biar-Vila Joiosa quedaron reservadas para Castilla, incorporándose al reino de Valencia por Jaime II tras la sentencia arbitral de Torrellas (1304) y Elche (1305).

Jaime I obtuvo un gran triunfo sobre la nobleza, que consideraba las tierras conquistadas en Valencia como una prolongación de sus señoríos, al convertirlo en un reino propio (1239), formando una entidad político-jurídica propia unida dinásticamente a la Corona de Aragón, hecho que provocó la airada reacción de la nobleza aragonesa, que veía cercenadas sus posibilidades de hacer de las tierras valencianas una prolongación de sus señoríos aragoneses. El reino fue repoblado por catalanes y aragoneses, aunque durante mucho tiempo la población musulmana siguió siendo mayoritaria. La falta de respeto por los cristianos de los pactos y capitulaciones firmados con los mudéjares llevó a la sublevación de al-Azraq en 1247.

En su pugna con la nobleza Jaime I encontró el soporte de la doctrina jurídica romana revitalizada por la escuela de Bolonia, que afirmaba la supremacía del príncipe, y por tal de contrarrestar a la insumisa nobleza, el rey favoreció decididamente a los municipios y a la burguesía. La renuncia a la política tradicional sobre el Midi hizo que la atención se desviara hacia el Mediterráneo. Y también se modificaron las relaciones con los reinos hispánicos.

La falta de descendencia del monarca navarro Sancho VII a punto estuvo de llevar a la unión con Aragón. Ante las dificultades del rey de Navarra, al que hacía la guerra Castilla, deseosa de anexionarse parte del reino navarro, la solución que encontró Sancho VII fue establecer en 1231 un pacto de prohijamiento mutuo con Jaime I, en virtud del cual Sancho se convertía en padre de Jaime, y al morir uno de ellos, el otro le sucedería en sus territorios. El pacto era favorable a Jaime I, muy joven, dada la delicada salud y avanzada edad de Sancho VII, y contenía diversas cláusulas por la que el rey de Aragón debía defender Navarra frente a agresiones exteriores. Pero las campañas de conquista en Mallorca y Valencia hicieron que Jaime I se desentendiera de Navarra, donde al morir Sancho VII en 1234 subió al trono como su sucesor Teobaldo de Champaña.

Con el reino de Castilla, además del tratado de Almizrra (1244) que delimitó las zonas de expansión hacia el sur de ambas Coronas, Jaime ayudó a su yerno Alfonso X a pacificar la rebelión de los mudéjares murcianos. Pero el interés de Jaime I por ayudarle desató la oposición de la nobleza aragonesa en las Cortes de Zaragoza (1264), que se negó a a cooperar, alegando que no obtenía beneficios en tal empresa. A pesar de tales reticencias, Jaime I acudió en ayuda del rey de Castilla, sometió Murcia en 1266 e inició un proceso de repoblación con catalanes y aragoneses, devolviendo luego Murcia a Alfonso el Sabio. También el Conquistador autorizó a sus súbditos a luchar con el rey de Castilla frente a la ofensiva de Marruecos y Granada.

Para resolver sus diferencias con Francia, el 11 de mayo de 1258 Jaime I firmó con Luis IX (San Luis), el tratado de Corbeil, en virtud del cual Luis IX renunció a los derechos «teóricos», que desde tiempos de Carlomagno pretendía tener sobre el Rosellón, Conflent y Cerdaña, y a los condados catalanes (Barcelona, Urgel, Besalú, Ampurias, Gerona y Vic), y Jaime I a los derechos -más evidentes- que le asistían sobre diversos lugares del mediodía francés. Prenda de la nueva amistad sería la infanta Isabel, hija menor de Jaime I, que casaría con Felipe, hijo y heredero de San Luis. Ahora cedió también Jaime I a la reina de Francia, doña Margarita, sus derechos a los condados de Provenza y Folcalquier, lo que tenía en el marquesado de Provenza y el señorío de las ciudades de Arles, Marsella y Aviñón, que fueron del conde Ramón Berenguer. El tratado ha sido juzgado con dureza por los historiadores, en particular los catalanes, ya que ponía fin a la expansión y política ultrapirenaica de la Corona de Aragón.

Respecto a la política norteafricana de Jaime I el monarca se aprovechó del interés comercial que desde el siglo XII habían demostrado los catalanes. La política real se aprovechó de su presencia en los reinos o sultanatos de Marruecos, Tremecén y Túnez, dedicando sus esfuerzos a someterlos por diversos medios, utilizando el procedimiento de unir el comercio catalán al pago de un tributo por el sultán. Se establecieron alfòndecs (alhóndigas) en Túnez y Bugía, en tanto que las milicias cristianas actuaban  al ervicio de los hafsidas.

Puede decirse que comienza ahora, en los últimos años de la vida del Conquistador, una etapa de fracasos, de decadencia: Corbeil, Tierra Santa, repartos de sus reinos y luchas internas, etc. En 1260 murió el infante Alfonso y en 1262 el rey se vio obligado a hacer un nuevo reparto, dando a Pedro, Aragón, Cataluña y Valencia, y a Jaime las Baleares.

El espíritu de cruzada de Jaime I le llevó a emprender una expedición a Tierra Santa, como resultado de la embajada tártara que recibió mientras estaba en Toledo en la Navidad de 1268 para asistir a la primera misa de su hijo el infante Sancho, arzobispo de la ciudad. Los tártaros, enemigos de los turcos, ofrecían unir su ayuda a la del emperador bizantino Miquel Paleólogo en la expedición a Tierra Santa que desde hacía tiempo Jaime I proyectaba. El 4 de septiembre de 1269 zarpó de Barcelona una flota de 30 naves gruesas y algunas galeras, con ochocientos hombres escogidos, almogávares, los maestres del Temple y del Hospital, y los infantes Fernán Sánchez y Pedro Hernández. La empresa -que Soldevila sugiera que pudiera ir dirigida contra la isla de Sicilia- fue un fracaso total, pues una tempestad obligó a la flota a refugiarse en Aigües-Mortes, cerca de Montpellier, donde desembarcó el rey, que regresó por tierra a Cataluña, olvidándose de la empresa, lo que hizo de manera definitiva en el concilio de Lyón de 1274. Las razones del abandono nunca estuvieron claras y la mayoría de los historiadores apelan a la edad del monarca, con sesenta años, y, sobre todo, al deseo de estar junto a Berenguela Alfonso, con quien tenía amores.

En 1274 asistió al concilio de Lyon reunido por Gregorio X en su deseo de ser coronado por el Papa, pero este le exigió a cambio la ratificación del feudo y tributo que Pedro II había ofrecido dar a la Iglesia, por lo que no hubo acuerdo.

Los últimos años del reinado agudizaron los conflictos político-sociales, asistiendo a la revuelta de la nobleza catalana en 1259, encabezada por el vizconde Ramón de Cardona y Fernando Sánchez de Castro (bastardo de Jaime I), motivada por las diferencias con el conde de Urgel, en tanto que en los años setenta asistimos a una auténtica guerra civil, cuando el rey se vea presionado por los partidarios del primogénito, el infante Pedro, y por los rebeldes encabezados por el bastardo Fernández de Castro, aglutinador del frente nobiliario que calificaríamos de nacionalista, aunque todos lo que pretendían era imponer su autoridad a la Corona y alterar el autoritarismo regio a su favor, celosa también del ascenso social de los grupos urbanos y su apoyo a la monarquía. La lucha se saldó con la muerte del hermanastro Fernández de Castro por el infante Pedro (1275), mientras que sus partidarios aguardarían la hora de la venganza.

En 1275 se sublevaron los mudéjares valencianos y Jaime I vino en persona a sofocar la revuelta. El Conquistador fue derrotado por los moros en Llutxent (junio de 1276), falleciendo el mes de julio de ese mismo año. Su herencia se repartió entre Pedro III de Aragón, Valencia y conde de Barcelona, y Jaime, que recibió Mallorca, y los condados de Rosellón, Cerdaña y el señorío de Montpellier.

Fue en el reinado de Jaime I cuando se produjo el nacimiento de la conciencia territorial en la Corona de Aragón, sobre todo en los Estados fundacionales de Aragón y el principado de Cataluña, con la actuación de dos fuerzas: la normalización del Derecho, que creará una conciencia territorial, y la conversión de las Cortes, reflejo de una realidad estamentalizada, en una institución reivindicativa y cohesionadora de la conciencia de la comunidad. En el ámbito jurídico, los Fueros de Aragón superaban el derecho consuetudinario por un marco más amplio de reminiscencias romanistas. La obra la encargó Jaime I al obispo de Huesca, el jurista Vidal de Cañellas, promulgándose en las Cortes de Huesca de 1247, sustituyendo a tradiciones jurídicas locales como el fuero de Jaca. En Cataluña, la protección de la monarquía permitió el triunfo de los Usatges de Barcelona y su difusión territorial por Cataluña a mediados del siglo XIII. También Jaime I otorgó a Valencia una ordenación político-administrativa, la Costum (1240), de carácter municipal, que fueron revisadas en 1251. Los Foris et consuetudines Valentiae fueron confirmados por el rey en 1271 y se fueron extendiendo por todo el reino, a pesar de la oposición de la nobleza aragonesa, deseosa de mantener su legislación, lo que generó una pugna foral no resuelta hasta 1329 con el triunfo de los fueros valencianos.

Fue durante su reinado cuando tuvo lugar la consolidación de las Cortes privativas de cada reino, que actuaron como elemento esencial en la creación de una conciencia diferenciadora de cada territorio. Desde que en 1244 se decidió que el Cinca fuera el límite entre Aragón y Cataluña, las Cortes se reunieron por separado, en tanto que en Valencia la incipiente institución comenzaba su andadura a partir de 1261, aunque su consolidación no tendrá lugar hasta el siglo XIV. Durante el reinado de Jaime I las ciudades interiores de la Corona perdieron impulso a favor de las ribereñas, estableciéndose la Corte y la cancillería -base del actual Archivo de la Corona de Aragón- en Barcelona.

Aunque su reinado estuvo lleno de conflictos, no conviene olvidar la parte positiva de su obra, como señaló Ferran Soldevila: las conquistas de Mallorca y Valencia, el matrimonio de su hijo Pedro con Constanza de Sicilia, que daría un impulso decisivo a la expansión mediterránea; el impulso dado al comercio y a la política africana, la redacción del Llibre del Consolat de mar, primer código de costumbres marítimas; su protección a los judíos; las reformas monetarias, con la introducción del grueso de Montpellier y la creación de monedas propias en Valencia y Mallorca; su intervención en el movimiento jurídico, muy intenso, con figuras como Raimundo de Penyafort o Vidal de Cañellas, con el impulso dado al Derecho romano; el impulso dado a las instituciones generales, como las cortes, y municipales; el progreso de las letras catalanas, con el rey como protagonista en esa gran obra que es el Llibre dels Feits, primera gran crónica catalana medieval, escrita o dictada por el rey, en estilo autobiográfico.

Para los historiadores aragoneses el juicio histórico sobre Jaime I suele ser negativo, acusándole de tener una concepción mezquina de la monarquía, ya que sin pensar en la unidad de la Corona, ya cimentada, separó Aragón y Cataluña, entregando la primera a Alfonso y la segunda a Pedro, quedando Valencia para el tercer hijo, Jaime. Complicó el problema con el trazado de la frontera entre Aragón y Cataluña, tras la adjudicación final de Lérida a Cataluña, y puso la frontera en el cauce del Cinca, y el resultado fue el enfrentamiento entre ambos países, que llevaban cien años unidos. Y la misma opinión les merece sus acciones de conquista y la creación de los reinos de valencia y de Mallorca «que no correspondían a las necesidades ni al espíritu del momento» y que fragmentaron la unidad de la Corona, que de ser un espacio unificado pasó, por obra de Jaime I, a cuatro estado bajo la soberanía de un mismo rey y sin ningún ideal común. A. Sesma no dudó en calificarlo como «el rey más anti-aragonés de la Historia». Obviamente, para mallorquines y valencianos, la visión del monarca es radicalmente opuesta y es el gran rey, el tótem histórico, el mito, el punto de partida de los futuros reinos de Mallorca y de Valencia, el creador de sus señas de identidad hasta nuestros días: territorio, fueros, moneda, instituciones, etc.

Bibliografía

Belenguer Cebriá, E. Jaume I a través de la Història, València, Tres i Quatre, 1984.
Burns, R.I. Jaume I i els valencians del segle XIII, València, Tres i Quatre, 1981.
—. Colonialismo Medieval, Valencia, Tres i Quatre, 1987.
Ferrer Navarro, R. Conquista y repoblación del reino de Valencia, Valencia, 1999.
Guinot, E. Els fundadors del regne de València, Valencia, 1999.
Lalinde, J. La Corona de Aragón en el Mediterráneo medieval, 1229-1479, Zaragoza, 1979.
Salrach, J.M.ª Història dels Països Catalans dels orígens a 1714, vol. 1, Barcelona, 1981.
Santamaría, A. Ejecutoria del reino de Mallorca, Palma de Mallorca, 1990.
Sesma, J.A. La Corona de Aragón. Una aproximación histórica, Zaragoza, 2000.
Soldevila, F. Les Quatre Grans Cròniques. Jaume I, Declot, Muntaner i Pere III, Barcelona, Selecta, 1971.
—. Vida de Jaume I el Conqueridor, Barcelona, Aedos, 1958, reed. 1969.
—. Jaume I. Pere el Gran, Barcelona, 1980 (3ª edición).
VV.AA. «Jaime I y su época», X Congreso de Historia de la corona de Aragón, 3 vols. Zaragoza, 1979-1982.



Otras obras de interés

Huici Miranda, Ambrosio. Colección diplomática de Jaime I, Valencia, 1916-1922.
Miret i Sans J. Viatges del infant en Pere, fill de Jaume I en 1268 y 1269, Barcelona, 1908.
Tourtoulon, Charles de. Don Jaime I el Conquistador, rey de Aragón, Valencia, 1874.







http://www.cervantesvirtual.com/bib/historia/monarquia/jaime_i.shtml

No hay comentarios:

Publicar un comentario