miércoles, 9 de agosto de 2017

Qué influencia llegó a tener España en el Japón de los siglos XVI y XVII?



Bastante influencia, especialmente desde la Unión Ibérica de 1580, cuando el Rey de España lo era también de Portugal. La Corona ibérica era prácticamente la potencia hegemónica en el Mar de China y en casi todo el Pacífico. Era imposible ignorarla. Solo una política deliberadamente aislacionista podía alejar a los españoles a sus bases del sur.
Desde 1543 Japón había estado, naturalmente, en el área de influencia de la Corona de Portugal y trataron de evitar por todos los medios que los castellanos merodeasen por la zona, sobre todo después de que comenzaran la conquista de Filipinas y pusieron pie en Tidore, donde construyeron una pequeña fortaleza en 1521. Desde ella los españoles podían hostigar a los portugueses o a los piratas japoneses. Pero con la unificación Habsburgo España y Portugal unieron sus esfuerzos en la zona; se dedicaron a estrechar sus lazos comerciales y religiosos con los cristianos japoneses y a ganar la mayor influencia posible desde su puerto franco de Nagasaki.
El episodio más asombroso pero cada vez más conocido es el de la embajada del señor feudal japonés de Sendai a Madrid, en 1607. Un samurai llamado Hasekura Tsunenaga fue el elegido para intentar hablar con el Rey Felipe III de España y, si podía, ir a Roma para encontrarse con el remoto Papa. A cambio de enviar más misioneros católicos se establecería un comercio directo entre el dominio que controlaba en Japón y el Virreinato de Nueva España. El samurai en cuestión acabó bautizándose y pudo llegar a Italia donde pudo entrevistarse con el Papa Paulo V. Pero a la vuelta todo había cambiado: el shogun Hideyoshi había decretado la expulsión de todos los jesuitas del Imperio y, por lo tanto, el tratado de comercio fue cancelado por Felipe III. Comenzaba así una política aislacionista que convirtió a España en adversaria; como consecuencia los holandeses fueron privilegiados por el shogun, que les regaló una minúscula factoría en Deshima. Traerían su oro europeo y sus “juguetes”, pero se abstendrían de hacer proselitismo.

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